-Ya está, cielo, tranquila.
-Era horrible.
-Pero era una pesadilla. Ya no pasa nada.
-¿Sabes? Mi pesadilla ha estado a punto de convertirse en mi realidad, por ser estúpida.
-No digas tonterías –la regañó él.
-Es verdad, por miedo casi te pierdo.
-No me puedes perder. Te amo, y aunque no me ames, no pasa nada… no te pido nada.
-Te amo –dijo ella, conmovida en un susurro.
-De verdad… espera, ¿Qué has dicho? –preguntó confundido.
-Que soy una tonta, y debí de decirte antes que te amo.
-¿Me amas? –preguntó como si sufriera sordera.
-Si, te amo. Te amo, te amo, te amo.
-Uff –resopló él.
-Vaya… ¿es todo lo que me vas a decir? –preguntó ella haciéndose la ofendida.
Él la abrazó y la besó.
-¿Quieres casarte conmigo? –le preguntó.
-¿Qué? Yo… ¿hablas enserio?
-Jamás he preguntado nada tan enserio.
-Yo… no se que decir… -vaciló ella.
-Puedes tomarte el tiempo que quieras para pensarlo. No hay prisa.
-¿Y si no sale bien? –preguntó mordiéndose el labio nerviosamente- ¿y si te cansas de mi?
-Eso es imposible, pero esperaremos un poco…
-Si –dijo ella- si, si quiero casarme contigo.
-Te amo –murmuró él tomándola entre sus brazos.
-Y yo a ti –declaró ella mientras lo besaba.
No es mía, no la escribí yo, no recuerdo quien fue.
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